lunes, 14 de mayo de 2007

Una de las tantas mañanas


Bocinazos. El semáforo titila en amarillo. La gente cruza rápido entre los autos, se meten por la boca del subte, otros esperan fastidiosos al colectivo que está parado media cuadra atrás por el tráfico. Otros, hacen malabares. Y yo, semi dormida arriba del remis. De todas maneras, no me deja de sorprender, no puedo dejar de observar. La gente no piensa en que puede haber otra posibilidad. Hay que correr, rápido, todo rápido. Y de repente, una poesía. Que te frena y te hace reflexionar acerca de lo que ves, de la opresión de cumplir con los horarios. Pero el horario nunca cumplió conmigo, al contrario, no le debo ningún favor, cada día envejezco más. Lo único placentero es ese olor a medialunas recién hechas. ¡Lo que daría por unos mates calentitos! En cambio, la radio esta encargada de recordarte por dónde debes ir, qué ponerte, en qué pensar. Algún que otro comentario del chofer, que no contesto. Estoy demasiado dormida. Godoy Cruz y Santa fé. 8.30 de la mañana. Me falta tanto para llegar a San Isidro. Otra vez tarde. ¡No llego a tomarme el tren!, pienso.¿Podremos ir un poco más rapido, señor? Gracias.

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